Actualmente es un museo que muestra la vida del Sultán y que alberga algunas de las maravillas más valiosas del Imperio Otomano y del Islam, como objetos que, se dice, pertenecieron al profeta Mahoma y a Moisés. Lo más mágico de ese pabellón, para nosotros, fue el canto islámico continuado que nunca paraba, en una armonía que transportaba a cualquiera a otro mundo. Al salir se descubría, sorprendentemente, que no era una grabación, sino un hombre sentado recitando versículos del Corán.
Otro de los pabellones más interesantes es el Harem, la casa de las más de 400 mujeres del Sultán, prácticamente esclavas y de las cuales solo unas cuantas (las favoritas o las madres de los herederos) gozaban de ciertos privilegios.
Nenhum comentário:
Postar um comentário