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domingo, 10 de julho de 2011

Transiberiano



Bueno, y aquí acaba nuestra primera parada del viaje, Moscú, una ciudad a la que sin duda volveremos no una, sino (esperemos) varias veces.
Svetlana e Irina, después de llevarnos a merendar, enseñarnos un poco su ciudad, comprarnos comida soviética y regalarnos pequeñas matrioshkas, se fueron al teatro (actividad mucho más frecuente en Rusia que aquí) y saliendo vinieron corriendo a la estación para despedirse. Ellas, como si nada, estaban antes que nosotros, esperando allí en el andén. ¡Increíble! Tenemos que decir que cuando te vas de un lugar, no sientes lo mismo si en el andén hay alguien despidiéndote mientras que el tren avanza y la distancia lo va haciendo tan pequeñito que, al final, lo pierdes de vista. Cuando eso pasa, sientes que has dejado algo en ese lugar y que tienes que volver algún día. Algo tan simple como eso hizo que Moscú no sea un puntito más del mapa y que sigamos defendiendo esta filosofía Couch Surfing :)

Transiberiano: empieza la aventura: tren enorme que cruzará enooooormes estepas y tundras. Vagón de 2ª clase, es decir, compartimentos de 4 camas. Cuando entras te dan una bolsa sellada con sábanas limpias y una toalla. En el compartimento tienes el colchón que pones encima del sofá para dormir, una almohada y una manta. Es increíble lo que cabe en un espacio tan pequeño...Hay hasta escalera para subir a la litera superior.
Ya os iremos contando en otros posts, pero adelantamos, como era previsible, que el Transiberiano es una experiencia única. Si vas con amigos se convierte en un lugar de diversión, reflexiones y discusiones. Si te quedas algunas horas absorto, o vas solo, en un viaje de reencuentro personal. En ambos casos entras en contacto con la gente del país, que usa el tren para cuestiones laborales, personales o familiares y que, sin tener ningún idioma en común contigo, se hacen entender y te entienden.

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