Como ya viene siendo una costumbre, nos gusta hacer por lo menos un viaje "atípico" al año. Este verano fue Albania nosotros dos y Ángel, uno de nuestros compañeros del Transiberiano del año pasado.
Con lo de "atípico" nos referimos a las expectativas de los españoles, que en muchos casos no saben ni situar Albania en un mapa, y no tanto a que el país no resulte turístico o atractivo para cualquier viajero. Es un país todavía muy desconocido y, sin embargo, está a 3 horas de la Península Ibérica, a tocar de Italia, más cerca aún que Grecia, y con una temperatura mediterránea de lo más parecida a Andalucía... Encima de eso añádanle que es baratísimo y que miman mucho a los turistas puesto que no los hay en abundancia y tienen aseguradas unas buenas vacaciones.
El país es una mezcla de diferentes elementos que raramente desde nuestra ignorancia asociamos: ex-comunista y no eslavo ni soviético, ex-comunista y mediterráneo y cálido, europeo y "musulmán", rodeado de la antigua Yugoslavia sin haberlo sido nunca, en el corazón de Europa y con gran influencia otomana, recientemente abierto al mundo pero con una población que viaja y habla dos o tres idiomas de media. Todo esto es Albania.
Krujës, a pocos Kilómetros del aeropuerto internacional de Tirana, es un pueblo medieval situado a lo alto de una colina, todo de piedra, en el que destacan la mezquita y el castillo. Recuerda a la Gjirokaster que describe el escritor albanés más querido y también el más internacional, Ismail Kadaré (francamente recomendable) en "Crónicas de la ciudad de piedra". A ambos lados de la calle hay tiendas de turistas, pero aparte de nosotros mismos no vimos ninguno más.
En la sexta y la séptima foto podéis ver un monasterio bektashí, una hermandad musulmana sufí muy liberal proveniente de Turquía. El templo por dentro es curioso y recuerda más a una iglesia ortodoxa que a una mezquita convencional.
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