Desde Cork alquilamos una monovolumen y viajamos hacia el sur hasta el costero y pintoresquísimo pueblo de Kinsale. La aventura de ir metidas ocho personas de diferentes países en un coche por un país donde se conduce al revés y sin saber muy bien por dónde teníamos que ir resulta indescriptible.
Pero aparte del trayecto, que por si solo ya valió la pena, el destino resultó totalmente idílico, inefable, casi mitológico, lo que evoca para cualquier persona la palabra "Irlanda". Realmente habría que inventar un nuevo término para el verde de este país.
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