Todo empezó el viernes por la mañana. Mientras esperaba impaciente a que pasasen los minutos para ir a Schönefeld a recoger a mis padres, empezó una incipiente agua nieve. Unos minutos más tarde las gotitas disminuían de velocidad a medida que se iban conviertiendo en copos de nieve, poco consistente pero nieve. Cogí el tren para ir al aeropuerto y a medida que me alejaba del centro de la ciudad había más y más nieve.
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